Cuando me enteré del Tsunami que asolaba Japón recordé de inmediato lo que había leido en el magnífico libro de divulgación científica "Una historia de casi todo" de Bill Bryson. El el capítulo 14 dedicado a "un planeta peligroso" habla de la situación especialmente inquietante de Tokio que se describe como "la ciudad que está esperando la muerte". En ella confluyen tres placas tectónicas y el 1 de Septiembre de 1923 sufrió el terremoto del Gran Kantó, uno de los más devastadores de los tiempos modernos, en el que murieron 200.000 personas. Entonces la ciudad tenía 3 millones de habitantes y ahora tiene 34, 5 millones. Lo que podría ocurrir sería inimaginable. Y sin embargo a medida que pasa el tiempo se acumula presión en la superficie y aumentan las posibilidades de un terremoto aún más devastador.
Todo Japón está en una zona especialmente proclibe a los terremotos. Por ejemplo en 1995 en la ciudad de Kobe (a 500 kilómetros al oeste de Tokio) murieron 6394 personas en uno de intensidad 7,2. Quizá eso tenga que ver con la actitud que parece observarse en los japoneses en el actual tsunami sucedido en la costa de Honshu el 11 de Marzo. Estan viviendo una tragedia auténtica y parecen hacerlo con muchos menos aspavientos de los que en otros lugares se viven sucesos de mucha menor importancia. Los veo en las imágenes de televisión y me admira el orden con el que parecen organizarse, la dignidad de sus lágrimas el pragmatismo que aparentan y que quizá tienen muy bien entrenado porque saben que les ocurrirá más veces.
En este terremoto se han asociado además daños en centrales nucleares, especialmente en la de Fukushima, que en el momento en el que escribo tiene un nuevo incendio en un reactor y puede estar a punto de sufrir un fuga radiactiva importante. Allí desde hace unas horas permanecen cincuenta ingenieros y otro personal técnico que están tratando de limitar los daños. Nunca serán famosos y es probable que por lo que están haciendo en estos momentos no les paguen una suma comparable a la lo que Cristiano Ronaldo cobra en un solo día, aunque se lo merecerían de sobra. Sin embargo habran necesitado una valentía y un conocimiento acumulado durante años para quedarse allí, al alcance de muy poca gente. Los imagino tratando de buscar soluciones creativas en un escenario donde no habrá demasiada experiencia. Pensando a la vez en problemas técnicos y en su propia vida, en los seres que aman y en las posibilidades de enfermar por la radiactividad, como ya les ocurrió a los técnicos de Chernobil. Saben que serán olvidados, que muchos los asociaran con una energía que consideran sucia y de alguna manera los supondrán responsables de las consecuencias del accidente ocurrido.
Mientras ellos trabajan y se juegan la vida, otros a muchos kilómetros de distancia abren un debate sobre la energía nuclear que debería darse en otro momento, con otra distancia emocional y basado en hechos y datos fiables. Es obsceno oir lo que se está diciendo en Europa por parte de todo tipo de responsables públicos (unos tratando de cubrirse las espaldas por lo que pueda ocurrir, otros pareciendo alegrarse de lo que ha sucedido porque justifica sus previsiones catastrofistas) mientras en Japón unos hombres tratan de minimizar los daños producidos en una central nuclear y todo un pueblo sufre las consecuencias de un terrible terremoto. Un respeto a los autenticos héroes.
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