domingo, 30 de mayo de 2010

Amor y occidente

El fuego original y primordial, la sexualidad, levanta la llama roja del erotismo y éste a su vez, sostiene y alza otra llama, azul y trémula: la del amor. Erotismo y amor: la llama doble de la vida. Octavio Paz


En todas las épocas probablemente ha habido un sentimiento amoroso pero luego cada una construye una ideología del amor. El amor pasión es la construcción ideológica del amor en occidente que pervive, transmutándose, a través de la historia desde aproximadamente el siglo XII. Entonces en la llamada occitania (la actual Provenza) nació una forma de amar (el “amor cortés”) en el contexto de una sociedad feudal con un determinado código de vasallaje. El ritual del amor cortes era una ficción poética, una regla de conducta y una idealización de la realidad social que contenía algunos elementos de trasgresión. Para los adeptos al amor cortés el matrimonio (entonces basado en la conveniencia familiar) se convertía en un yugo injusto que esclavizaba a la mujer, mientras que los ritos de la cortesía amorosa la elevaban de súbdita a señora, lo que suponía un cambio cultural importante aunque no fue acompañado de cambios en los derechos sociales y políticos.


Parece que esa forma de amar se extendió gracias a los trovadores y se convirtió en un ideal de vida a causa de su influencia en las leyendas del ciclo artúrico. Denis de Rougemont[i] utilizó la leyenda de origen celta de Tristan e Isolda, recogida en muchas obras medievales, para analizar los rasgos del amor pasión que él consideraba un mito para ocultar las conexiones entre la pasión y la muerte. “Necesitamos de un mito para expresar el hecho oscuro e inconfesable de que la pasión está vinculada con la muerte y que supone la destrucción para quienes abandonan a ella todas sus fuerzas. Queremos salvar esa pasión y amamos esa desgracia y, por otra parte, nuestras morales oficiales y nuestra razón las condenan.” En esa leyenda se incluyen elementos mágicos y trágicos que quizá se apartan del ideal de cortesía pero que sirven al autor para exponer su tesis de que esa forma de amar no puede constituir la base del matrimonio cristiano porque es en sí misma adúltera (el amor pasión se extinguiría cuando desaparecen los obstáculos y los amantes se tienen) y porque en último término late una pulsión autodestructiva de muerte o pérdida irremediable. Justo lo que ocurre en todas las “historias de amor y muerte” que tanto nos gustan. Por eso para él el amor feliz no tiene historia” y cree que esto es el eco de ideas cátaras, hipótesis cuestionada por otros autores[ii]. En cualquier caso los elementos de la pasión habrían ido transfigurándose en distintos géneros literarios (lo que incluye el cine y la televisión) para propagar su mensaje de radicalidad, de alimentación por los obstáculos, de involuntariedad, de dulce desdicha, de deseo más fuerte que la propia muerte.


Según Octavio Paz[iii] los elementos constitutivos de lo que debe entenderse por amor en nuestra cultura son los siguientes:


1. Exclusividad


El enamorado quiere únicamente a una persona y le pide a ella que lo quiera con el mismo afecto exclusivo. El verdadero amor consistiría en trasformar el apetito de posesión en entrega, por eso exigiría reciprocidad. Para él no existen medias tintas: no puede amarse a dos personas al mismo tiempo. Eso solo podría ocurrir en un momento de transito de un amor a otro donde la elección ineludible se convertiría en la prueba del amor, resolviendo, a veces con crueldad, el conflicto. En el fondo late un misterio: ¿porqué amamos precisamente a esa persona y no a otra?.


2. Obstáculo y transgresión


Desde la dama de los trovadores el amor ha estado ligado al obstáculo y de alguna manera se ha nutrido de él. En el pasado era sobre todo de orden social. La sociedad feudal era jerárquica y la pasión amorosa violaba un doble código: la dama era casada y su enamorado, el trovador, era a menudo de rango inferior. Con el paso del tiempo este tipo de obstáculo sigue existiendo, ya que el status social sigue siendo una de las mayores barreras que tienen que superar algunos enamorados. También la raza, la religión u otras ideologías políticas cerradas. Y la homosexualidad, todavía tabuizada que muchas sociedades


3. Dominio y sumisión


El arquetipo del amor cortés fue la relación señorial, los vínculos que unían al vasallo con el señor. La relación amorosa se funda en una ficción, el código de cortesía. El enamorado escoge voluntariamente a su señora y al hacerlo escoge también su servidumbre. La dama de alta alcurnia olvida, voluntariamente su rango y cede su soberanía. Los enamorados buscan reconocimiento en el otro, se sitúan en una relación de dependencia (¿voluntaria?) en cuanto eligen el objeto de su amor que de inmediato se convierte en un sujeto que puede desearlos o rechazarlos.


4. Fatalidad y libertad


El amor sería una atracción involuntaria hacia una persona y la voluntaria aceptación de esa atracción. Algo esencialmente paradójico y misterioso. Por eso para justificar la naturaleza de esa atracción a lo largo de la historia se ha echado mano de distintos argumentos. Desde el principio brebajes y hechizos mágicos, el “filtro amoroso” que tomaron Tristan e Isolda. En el Renacimiento y la Edad Barroca el símbolo fue el imán que representaba dos legados de la antiguedad: la teoría de los cuatro humores y la astrología. Afinidad y repulsión de temperamentos, la influencia de los astros. Los Románticos y los modernos apelan a explicaciones psicológicas y fisiológicas para justificar una atracción fatal que estaría en el centro de la droga del amor, a la que los enamorados parecen no poder sustraerse.


5. Cuerpo y alma


El amor exigiría la noción de persona que Octavio Paz liga a la de alma encarnada en un cuerpo. Para él hay una continuidad entre alma, persona y amor. Lo que lleva a otra paradoja en este caso trágica: se amaría simultáneamente un cuerpo mortal sujeto al tiempo y a sus accidentes y un alma presuntamente inmortal. Un nuevo obstáculo que siempre hace cabalgar al amor en la tragedia de la pérdida.


[i] Rougemon, Denis. Amor y Occidente. Kairós editorial,1978

[ii] Octavio Paz cuestiona esta idea que antes había admitido en La llama doble.

[iii] Paz, Octavio. La llama doble. Seix Barral, 1993


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