No confiaba en el buen gusto de los consumidores y procuraba fabricar los aparatos que le hubiera gustado gozar, los que les gustaría tener a gente que puede aumentar los márgenes de su creatividad con ellos. Le gustaba pensar que se movía en la intersección entre la tecnología y las humanidades, un territorio abierto a la innovación y al gozo, donde se conectaban diferentes formas de expresión del espíritu humano sutilmente relacionadas. Le parecía que un gran ingeniero no se diferenciaba tanto de un músico, un pintor o un poeta: todos tenían el anhelo de expresarse, de ampliar las fronteras de lo real. Todos se adelantaban a su tiempo y en alguna época compartían el mismo conocimiento como en el caso de Leonardo.
Se consideraba un rebelde, un pirata libre en la vida y en el mundo de los negocios, capaz de ir a contracorriente y pretender ganar. Toda su vida se sintió próximo al pensamiento oriental que había descubierto en la contracultura de los sesenta y que practicó con la intensidad con la que abordaba todo lo que le interesaba. Viajó a la india, fue vegano casi toda la vida, conoció el LSD, hizo dietas estrictas de manzanas o zanahorias para conseguir ciertos estados de conciencia; caminaba a menudo con los pies descalzos, meditó toda su vida y creyó sacar de ahí una energía primordial que conseguía focalizar en clarificar los objetivos que perseguía y en intentar conseguirlos con una determinación contagiosa. Se creía especial y trasmitía que lo era, que con él se era podía hacer posible lo imposible.
Creía en la fuerza de los objetos bellos, en la relación emocional que con ellos se establece, en la energía que desprenden y en como eso nos mejora la vida. Por eso perseguía obsesivamente la simplicidad (fue muy zen toda su vida) y la calidad exquisita aunque eso le hiciera perder dinero en un principio. Creía en las cosas bien hechas como le había enseñado su padre adoptivo y consideraba que no era banal que fuera perfecto y bello incluso lo que no se veía. Logró fabricar un cristal que ya no existía para la pantalla del iPhone; trajo una arenisca gris azulada de la Toscana para el suelo de sus tiendas; pintó de blanco puro las paredes de sus fábricas y de colores concretos máquinas que no se habían pintado nunca para que los trabajadores fueran conscientes de la importancia que tenía cierta idea del diseño para la empresa y para que ese escenario les impregnara; se implicó ya muy enfermo en el diseño de la funda del iPad porque le molestaba que fundas vulgares cobijaran su "tableta" que nadie necesitaba pero de la que nadie podía prescindir cuando la conocía.
Le gustaba Dylan, los Beatles, Yo Yo Ma y los artistas que nunca paran de evolucionar, de refinar su arte y de mantenerse en perpetua búsqueda, al margen de las expectativas de los demás porque como decía Dylan "si no estás ocupado naciendo, estás ocupado muriendo". Como ellos fue capaz de reinvertarse varias veces. A los veinticuatro años lo despidieron de la empresa que había fundado pero decidió que le gustaba lo que hacía y que lo iba a seguir haciendo. Compró una pequeña compañía de animación llamada Pixar que años después crearía películas de animación tan extraordinarias como Toy Story o Up en las que estuvo muy implicado en todos los detalles del proceso de creación. Montó Net para fabricar ordenadores de calidad para las universidades y a punto estuvo de fracasar pero lo volvieron a reclamar de Appel que, por aquel entonces, estaba hundida y no paró hasta convertirla en la mayor empresa tecnológica del mundo.
Se implicaba en todos los aspectos de la fabricación y los supervisaba; intentaba sacar el máximo de cada uno y lo hacía con un carácter a veces insoportable. Veía todo en blanco o en negro. Una idea o era "una mierda" o era "maravillosa". Solo le interesaba el talento y creía que su misión era encontrarlo y ponerlo a trabajar en proyectos que merecieran la pena. De joven había aprendido a mirar con intensidad y a generar una interacción personal tan sugestiva que corría el rumor que producía campos de distorsión de la realidad a su alrededor. Era capaz de convencer al más escéptico, de vencer dificultades inauditas, de hacer lo que nadie había hecho, de hacer rentable lo que a priori parecía una locura. Decidió que su misión no era agradar a su equipo sino asegurar su excelencia y nunca tuvo problemas para apartar a quien fuera si no estaba a la altura de sus expectativas. Era capaz de gritar y de dejar que le gritaran, de contratar al tipo más raro del mundo si tenía conocimientos que le interesaban, de paralizar la salida de un producto si consideraba que no era perfecto.
Quizá era un tiburón pero no uno cualquiera. Era millonario pero no uno cualquiera. Consideraba que a este mundo se viene con la misión de hacer algo que lo mejore y no escatimaba la energía para intentarlo hasta cerca de las orillas de la muerte. Quería todo el control porque consideraba que solo así se consigue un producto como el iMac o el iPhone o el iPad. Fue capaz de reflotar Apple con un aparato que permitiera llevar 1000 canciones en el bolsillo y que se percibiera como un objeto sencillo y valioso. No era perfecto es verdad pero hay algo de inspirador en su vida quizá porque supo también ganar en el mundo real cuando él habitaba en otra realidad.
Me pregunto qué pensaría él de empresas como la nuestra, donde todo el mundo dice defender lo que no defiende, compartir lo que no comparte, donde el talento no es reconocido o más bien es bloqueado y la organización hace imposible hasta las más pequeñas cosas como limpiar el coche en el que hago las guardias cada semana. Lo imagino, si la dirigiera, acotando los servicios que tendríamos que ofrecer y tratando de que fueran realmente óptimos, pululando por todos los sitios y hablando con todo el mundo, sintiéndose un paciente y buscando optimizar su atención sin caer en el halago fácil, poniéndose en la piel de los profesionales y tratando de darles herramientas para mejorar el trabajo y sobre todo el flujo de información (¿qué diría de la atomización de programas informáticos incompatibles para gestionar la historia clínica?). Pero quizá todo sea una fantasía, la nostalgia tan humana del héroe que lo solucione todo.
Aprovechó la presentación de un producto para hacer el siguiente anuncio:
"Este es un homenaje a los locos. A los inadaptados. A los rebeldes. A los alborotadores. A las fichas redondas en los huecos cuadrados. A los que ven las cosas de forma diferente. A los no les gustan las reglas y no sienten ningún respeto por lo establecido. Puedes citarlos, discrepar de ellos, glorificarlos o vilipendiarlos. Casi lo único que no puedes hacer es ignorarlos. Porque ellos cambian las cosas. Son los que hacen avanzar el género humano. Y aunque algunos los vean como locos, nosotros vemos su genio. Porque las personas que están lo suficientemente locos para pensar que pueden cambiar el mundo…son quienes lo cambian."
Podéis aprender algo más sobre su vida leyendo la biografía que realizó Walter Issacson . Podéis escucharlo en el discurso de Stanford. Era Steve Jobs un pirata que conquisto el mundo pero murió joven como siempre había sospechado.
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