martes, 31 de marzo de 2009

Principios

Lo recordé a mediodía cuando oí por la radio la noticia de la intervención de la CCM, aunque ya había pensado en ello leyendo algunos artículos económicos que venían en la sección salmón del periódico. El artículo de Manuel Vicent <http://www.elpais.com/articulo/ultima/Principios/elpepiult/20090329elpepiult_1/Tes>
con el que me había desayunado se me venía a la cabeza una y otra vez y me desazonaba un poco. Volví a leer el primer párrafo aderezado por algunos calificativos afortunados que captaban la simpatía del lector liberal desde el primer momento:

Es una fortuna caminar en compañía de gente sabia, divertida y escéptica, que esté dispuesta a cambiar cualquier verdad absoluta por un queso de cabra, cualquier honor, premio o reconocimiento por la corona de un sombrero de paja, cualquier clase de eternidad por la embriaguez de la duda unida a la armonía de la naturaleza. Por el contrario, encontrarse con gente de principios sólidos e inalterables es el peligro más grave que puede correr uno en esta vida.

Luego recordé la irónica frase de Groucho Marx ("Éstos son mis principios, si no le gustan, tengo otros" ) que en el artículo era reivindicada literalmente y no como la crítica que representa para ese tipo de personas capaces de fingir cualquier cosa o renunciar a cualquier planteamiento ético por defender sus intereses o su dinero. Y pensé que el artículo contenía una trampa, en este caso edulcorada por la literatura, que en los últimos tiempos veo extenderse como un meme perverso en todos lo ambientes sociales y que quizá tiene algo que ver con lo que nos sucede actualmente.

La RAE define estas acepciones de principios respecto al tema que nos interesa:

5. Cada una de las primeras proposiciones o verdades fundamentales por donde se empiezan a estudiar las ciencias o las artes. 6. Norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta.

Por tanto, si lo pensamos bien, tener principios éticos (porque de eso se trata en este caso) es algo casi inevitable para un ser humano otra cosa es la racionalidad de su justificación o su modulación ante situaciones concretas o sus resultados prácticos. Pero en cualquier caso la opción no es la dualidad de tener o no principios sino la calidad y la justificación racional de los principios que se tienen y también desde el punto de vista de la interacción personal o social, de la personalidad en la que se encarnan, desde la que se aplican o desde la que se construyen.


El problema es que las palabras se gastan y a veces se alejan de su autentica significación o se les aplica una lógica tremendista o polarizada. De algunas incluso se apropian ciertos sectores y son por tanto automáticamente denostadas por otros. Así hay gente que se define de principios o con valores y otros que denostan a esa gente de orden, lo que lleva a un dualismo estéril y muchas veces hipócrita. Es verdad que muchos de los que se dicen personas de principios los justifican de forma sobrenatural o en base a una ideología que actua como si lo fueran. Los consideran inalterables, indiscutibles y creen que tienen que ser respetados por todos incluso por los que no los comparten, porque si no se sienten injuriados y con derecho a defenderlos más o menos violentamente. Integran sistemas de creencias cerrados que no admiten su cuestionamiento y a los que quizá pueden aplicarseles los planteamientos del artículo de Vicent. El siglo XX ha sido un ejemplo de ideologías totalitarias y el XXI me temo que no pinta demasiado bien.

Pero la alternativa a eso no es tener una total falta de principios éticos o creer que todos son igualmente respetables. Por experiencia histórica sabemos de lo dañino de muchos de ellos y de la importancia prevenir que prosperen, lo que es especialmente pertinente en un periodo de crisis como el que tenemos. Ser demócrata no es pensar que todo es igual o intercambiable o respetable. Lo respetable es la dignidad humana, los derechos de los individuos, pero los principios pueden (y deben) ser debatidos racionalmente y también defendidos con vigor por los mismos motivos.

La inteligencia emocional (un concepto ultimamente tan de moda y tan interasadamente manipulado) no es adaptarse o aceptar cualquier situación laboral, social o personal sino también rebelarse adecuadamente contra ellas si van contra la logica racional o los hechos, que muchos tratan continuamente de negar apelando a cualquier variante del constructivismo social o más bien a una versión interesada de él. Hay sin duda que tener principios para negarse a compartir una decisión injusta o delictiva, a participar por acción u omisión en algo que se considera inaceptable. Es dificil y hay que tener energía y valor para ser como Galileo o Mandela o tantas personas que se enfrentaron a la superstición o a la injusticia social cuando otros no lo hicieron.

Me hubiera gustado que ciertos políticos de mi comunidad autónoma hubieran tenido mejores principios. Que hubieran tenido lealtad hacia ellos en vez de una obstusa disciplina de partido. Que hubieran corrido riesgos llevando la contraria en alguna reunión o exponiendo su opinión en algun medio de comunicación. Que hubieran corrido riesgos enfrentándose a empresarios poderosos aunque controlaran medios de comunicación que pudieran poner en peligro su cargo. Que hubieran apoyado a la gente que sí lo hizo jugándose su trabajo o su hacienda.

Me hubiera gustado que en muchos despachos de los bancos que han llevado al mundo al desastre económico hubiera habido personas con capacidad de rebelarse, de no adaptarse, de no justificar su miedo o su miseria moral con cualquier la racionalización de su codicia. A veces la vida exige algo más que saber comer queso de cabra bajo un sombrero de paja practicando un saludable sentido del humor. Vivir la buena vida no implica reirse de todo ni dejar de tomarse algunas cosas en serio. Ya lo decía también el gran Groucho: "No reirse de nada es de tontos, reirse de todo es de estúpidos"

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