domingo, 21 de junio de 2009

La evolución del deseo

El deseo sexual es un instinto básico y poderoso relacionado con una cuestión crucial para los organismos vivos: la reproducción. Muchos mamíferos lo circunscriben a un periodo (el celo) donde desarrollan todo tipo de estrategias para atraer una pareja con la que procrear. Algunas especies optan por la competición: los ciervos o los leones marinos machos luchan entre sí para tener acceso a las hembras. Los que tengan mayor fuerza o inteligencia o capacidad para ganar aliados seran los que prevalezcan y los que trasmitan más genes. Otras especies eligen pareja basándose en en su preferencias por determinadas carácterísticas que evolucionan en el sexo opuesto, porque los animales que las poseen son elegidos con mayor frecuencia como parejas y sus genes prosperan. Así la pava real prefiere pavos macho con plumas centelleantes lo que supone que los machos con plumaje apagado se van extinguiendo. Este instinto probablemente reside en el cerebro límbico el más antiguo en los mamíferos.

En la especie humana no existe celo, no hay señales de cuando es más fácil que se produzca un embarazo y por tanto su deseo es contínuo, lo que hace más compleja la conducta de emparejamento. Desde este instinto reproductivo el ser humano ha constituido, aderezandolo con todo tipo de simbolizaciones, provenientes del desarrollo de su corteza cerebral, multitud de tipos de conductas eróticas y amorosas. La cultura ha trasmutado el instinto sexual en sexualidad.“Llamo sexualidad al universo simbólico construido sobre una realidad: el sexo. Se trata de una complicada mezcla de estructuras fisiológicas, conductas, experiencias, sentimentalizaciones, interpretaciones, formas sociales, juegos de poder... El sexo es el significante y la sexualidad el conjunto de significados -afectivos, prácticos, ideológicos- que le atribuimos” dice Jose Antonio Marina que estuvo el fin de semana pasado en el I Foro de sexología Integral en Valencia http://www.drugfarma.com/spa/sexologia/.


Hombres y mujeres desarrollan distintas estrategias para elegir pareja que probablemente no responden al azar sino que tratan de resolver problemas concretos que les permitan conseguir ese objetivo. La hipótesis de David M. Buss y otros psicologos evolutivos, es que esas estrategias son soluciones adaptativas a los problemas de emparejamiento y que algunas son más frecuentes porque han supuesto soluciones exitosas a lo largo de la evolución humana. Provenimos de los humanos que tuvieron éxito en sus estrategias y lograron reproducirse. Aunque en toda estrategia sexual hay mecanismos psicológicos implicados, no requieren una planificación consciente y habría un tropismo evolutivo hacia algunas de ellas.


Esta hipótesis puede arrojar luz sobre las diferencias en el deseo sexual entre hombres y mujeres, en sus preferencias para elegir un compañero y su potencial conflictividad. Así en la mayoría de las sociedades las mujeres suelen ser más selectivas sexualmente y generalmente rechazan encuentros anónimos y prefieren cierto grado de compromiso. Esto podría deberse a que realizan mayor inversión por acto sexual (pueden quedarse embarazadas y tendrían que cuidar al hijo durante un largo periodo) lo que las llevaría a intentar elegir parejas que les aportaran recursos a largo plazo para una mejor situación de crianza, algo determinante a lo largo de miles de años. Por el contrario los varones realizan una mínima inversión por acto sexual y prefieren la variación sexual para trasmitir sus genes con mayor eficacia, por eso buscarían sobre todo mujeres con belleza, con signos de salud y fertilidad. Desde esta perspectiva los celos serían una estrategia exitosa para conservar una pareja, en determinados contextos culturales, ya que la infidelidad comprometería los recursos para las mujeres y la paternidad para los varones que tendrían que dedicar tiempo, energía y esfuerzo para criar hijos que no eran suyos. Una estrategia con muchos riesgos.

En "La evolución del deseo" (Alianza editorial,1994, libro de bolsillo nº 1821) Buss desarrolla estos conceptos y muchos otros advirtiendo de la importancia de no caer tanto en la falacia naturalista ("todo lo que existe debe existir": confunde la descripción científica de la conducta humana con la prescripción moral de dicha conducta) como de la antinaturalista (visión utópica del ser humano natural siempre amenazada por la cultura). Se trataría de comprender nuestros impulsos para luego decidir qué hacer con algunos de ellos o intentar aprender a vivirlos de una manera menos conflictiva. En cualquier caso leer el libro es un viaje fascinante para el verano.

En http://homepage.psy.utexas.edu/Homepage/Group/BussLAB/publications.htm podeis tener acceso en versión completa a las últimas investigaciones de David M. Buss y su grupo.

2 comentarios: