Hubo un tiempo, quizá hace 4 o 5 años en que comencé a interesarme por el síndrome de burnout. Por entonces dí una ponencia sobre este tema en un congreso que creo que se celebró en Salamanca . Yo, sobre todo, quería destacar algunas cuestiones en las que entonces creía, quizá muy marcado por mi propia experiencia personal. Tenía la sensación de haber sobrevivido, relativamente indemne, tras muchos años en un área rural de la meseta manchega. Había experimentado con otros compañeros la posibilidad de modificar las condiciones de trabajo a base de pelear por ello y no conformarse con lo que habíamos heredado (montamos uno de los primeros centro de salud en 1985). Creía en la posibilidad de hacer una medicina decente en atención primaria y estaba bastante quemado de algunos "quemados" que conocía, siempre amparados en el burladero del victimismo y la inacción. Y sobre todo creía que era posible aprender a cuidarse aprendiendo algunos conceptos de terapia cognitiva aplicados a la realidad de la práctica médica que siempre, en mayor o menor medida iba a estar condicionada por la ansiedad y el conflicto. En definitiva pensaba que no teníamos que resignarnos a estar perturbados emocionalmente por una realidad más o menos dificil y pensaba que podíamos desarrollar una profesionalidad que nos protegiera y una actitud orientada a luchar por los cambios organizativos que creyeramos necesarios para desarrollar la profesión, cosa que observaba que se había abandonado mucho. Todo el mundo se quejaba, pero nadie hacia nada serio y organizado para remediarlo.
En esa mesa también participó un psiquiatra que trabajaba el burnout desde hacía años. Nos dimos cuenta que coindicíamos en muchos de los planteamientos e iniciamos una colaboración que se concretó en bastantes cursos que pretendían enseñar al médico de familia algunos trucos para no quemarse o para quemarse menos. J .G. era un auténtico experto y un estupendo comunicador. Yo, sobre todo, creía aportar la visión del que hablaba desde el territorio fronterizo en el que "silban las balas de verdad" y que, aún así, sobrevivía siendo consciente de algunas cuestiones filosóficas fundamentales y pertrechado de algunos conocimientos de psicoterapia que también podían utilizarse para asesorar pacientes. Uno de los resultados de aquellos cursos fue un pequeño manual que creo que no quedó mal del todo (http://www.semergen.es/semergen/microsites/manuales/burn/burnout.htm.También el recuerdo venturoso de las conversaciones interminables que tuve con Jesús, a lo largo de esos meses sobre literatura o cine o arte o cualquier cosa y de la amistad que trabamos en el proceso.
En aquellos cursos utilizábamos el concepto de "círculo de influencia" que entonces ya había hecho fortuna en libros de autoayuda ligados a los negocios http://es.wikipedia.org/wiki/Los_siete_h%C3%A1bitos_de_las_personas_altamente_efectivas. Se sugería intentar modificar primero lo que estuviera a nuestro alcance, sin perturbarse demasiado por lo que no podíamos modificar por ahora. Esto casaba bien con la filosofía cognitiva: "las cosas que ocurren no son las que te perturban, sino la opinión que tienes de ellas" en frase de Epicteto habítualmente utilizada por Ellis para ilustrar la Terapia Racional Emotiva (RET). Ampliábamos la importancia de los detalles recomendando consejos que creíamos que podían funcionar bien, como tratar de suprimir las pequeñas molestias cotidanas de la consulta y crear hábitos agradables. También aprender técnicas de terapia cognitiva (Ellis, Beck) para reestructurar las distorsiones cognitivas que muchas veces nos acechan en la consulta diaria y habilidades sociales que nos permitieran saber ser asertivos en la manera de comunicarnos.
A medida que dábamos cursos y escuchaba las situaciones que los compañeros contaban comencé a pensar que quizá estabamos dando sobre todo cursos de técnicas de supervivencia. La siguiente pregunta que se planteaba era inevitable: ¿es que no podemos aspirar más que a eso en atención primaria?; ¿es que no podemos aspirar a crecer, a que mejoren nuestras condiciones de trabajo, a tener un cierto control sobre lo que hacemos?; ¿es que tenemos que renunciar para siempre a dejar de trabajar en precario, a que nos dirija gente competente?. Sin embargo siempre estamos en lo mismo, dando vueltas a los mismos problemas e intentando las mismas fracasadas soluciones. Podeis leer por ejemplo estas entradas recientes http://vicentebaos.blogspot.com/2010/02/libertad-de-eleccion-de-medico-en.html y ésta http://eldesembarcodelaflota.blogspot.com/2010/03/in-memoriam.html Son significativas y podrían haber sido escritas hace 10, 20, 30 años . ¿Lee alguien algo parecido a los neurocirujanos o a los cardiólogos o a los ginecólogos?. Solo quizá a los médicos de puerta de las urgencias hospitalarias que, por cierto, son en su mayoría médicos de familia. Habría que plantearse si hay algo profundamente estructural en todo esto y también si el discurso sobre la especialidad es tan indigente que transgrede el dominio de lo viable en su contacto con la realidad.
Al final no quemarse demasiado, como no deprimirse depende de la percepción de la esperanza. Y no estoy seguro que tal como están las cosas ésta sea una opción que entre dentro de una visión lúcida de la realidad. Aunque soy consciente de que la realidad la construimos nosotros mismos, al menos hasta cierto punto. Pero sobre Watzlawick y el constructivismo radical hablaré en la próxima entrada.
Coda. La pelicula de Nikita Mikhalkov es simplemente magnífica http://elamantedelvolcan.blogspot.com/2006/06/quemados-por-el-sol.html y de alguna manera viene al caso.
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