lunes, 13 de junio de 2011

Soñadores


La vida desde el sillón rojo. Desde él me asomo a la ventana y navego por el mundo, por el tiempo. También leo y escribo diarios o cartas, otra forma de escribir diarios. Casualmente mientras ocurría la acampada de sol estaba leyendo los recientemente publicados diarios de Susan Sontag (Renacida). Es fascinante observar como brota el" apetito faústico" en una chica de quince años, como quiere apropiarse de todo, saberlo todo, oir toda la música, vivirlo todo. Como hace listas de libros por leer, de actividades, de certezas, de juicios implacables a todo el mundo y todos los libros. Todo en caliente, mientras está pasando, lo que al lector le produce en ocasiones lo mismo que a su hijo: dan ganas de advertirla, de recomendarle paciencia o que desconfíe de algunas palabras o de algunos tipos que con el tiempo se han sabido poco confiables a pesar de sus magníficos argumentos. Las leo a la vez que las cartas a Louise Colet de Flaubert que tanto sirvieron a Nabokov para explorar Madame Bovary y que muestran a otro jóven seguro de sus cualidades y también extrañamente impedido para las relaciones sentimentales que, sin embargo vive con pasión. Las combino con las cartas al castor de un jóven Sartre también invadido de capacidad y energia, seguro de lo que ya era, aunque pasara frío y privaciones en un cuartel durante la guerra. Lo observo exhibirse ante Simone de Beauvoir que lo admira y le escribe a diario trabando la relación privilegiada que tuvieron siempre. Observo sus palabras, las constantes y las diferencias de tres personas que tratan también de construirse, de sustentarse en el mundo.


Dice Susan en una entrada del 3/01/1958: "Ninguna máscara es del todo una máscara. Escritores y psicólogos han explorado el rostro como máscara. No es tan bien apreciada la máscara como rostro. Algunas personas sin duda usan en efecto su máscara como revestimiento de las ágiles pero insoportables emociones que hay debajo. Pero sin duda la mayoría de la gente lleva una máscara para borrar lo que está debajo y se convierten solo en lo que la máscara representa. Más interesante que la máscara como ocultación o disimulo es la máscara como proyección, como aspiración. Con la máscara de mi comportamiento no protejo mi verdadera identidad en carne viva, la supero."


Cambiarse a sí mismo, cambiar el mundo, una posibilidad siempre latente en occidente desde la Ilustración. Renacer, dejar emerger el autentico yo eclipsado por las exigencias sociales que alienan al hombre, que lo alejan de sus autenticas aspiraciones. Escuchar la voz de la intuición, de la pasión, de la naturaleza. Conquistar la felicidad haciendo la autentica revolución que nos haga a todos iguales y satisfechos. Rebelarse contra las normas sociales, contra la cultura dominante que nos convierte en siervos infelices, en muertos en vida. Libertad frente a seguridad, desorden frente a orden, radicalidad, acción directa, democracia verdadera autogestionaria. Rouseau frente a Hobbes. Una pulsión humana que ya latía en los cínicos, en los goliardos, en las vanguardias del siglo XX, en el mayo del 68, que persiste en los okupas, en ciertos ecologismo, en la new age, en los antisistema, en los orientalismos …Pero ¿cómo cambiar el mundo?, ¿cómo cambiarnos a nosotros mismos?, ¿hacia donde?. ¿Podemos prescindir de las paradojas que ya sabemos que produjeron tantas buenas intenciones?.


Recalo en la polémica Marcuse-Brow de 1966. Ambos asumen que a pesar del desarrollo económico el hombre es víctima de un estado de opresión, más o menos opaca, que lo hace sentirse insatisfecho, infeliz, fuera de sí, alienado en terminología marxista. Sin embargo las diferencias se dan en la identificación del origen y en la estrategia de liberación.


Herbert Marcuse en Eros y civilización asume que el origen de la represión está en el rechazo del placer y en la represión de los instintos. Y cree que el origen de tal represión es histórico. Siguiendo a Marx piensa que es la escasez de medios de subsistencia lo que la origina, lo que impide dedicarse al juego o al goce, lo que termina derivando en la dominación del hombre por el hombre. Pero le parece que, aunque la supervivencia precisa de un cierto nivel de represión básica para dedicar la energía a las necesidades sociales de supervivencia, en las socidades avanzadas hay un exceso de represión sobre el individuo por parte de los demás o del estado. Así postula cambios sociales y la importancia de mantener un estado de abundancia.


Norman O Brown en El cuerpo del amor opina que la causa de la represión es la conciencia y el rechazo de la muerte. Eso haría que el hombre niegue el cuerpo, sus potencialidades y sobre todo el sexo. La historia del hombre sería la de la dialéctica vida muerte y llegado a este punto solo quedaría aceptar la vida en su totalidad asumiendo que eso implica la muerte como una fase natural del proceso biológico. Para aceptar y gozar la vida habría que construirse un yo dionisiaco, desarrollar las potencias instintivas del cuerpo, la sensualidad, la pasión…Ese cuerpo exaltado, entusiasmado (entusiasmo, del griego ἐνθουσιασμός, poseído por un dios), por fin liberado, no tendría miedo a la muerte. Pienso en la parte de verdad que hay en eso y en como colaboramos los médicos, a través de la inoculación del miedo en los cuerpos todavía sanos. Cuerpos controlados y normativizados desde el principio, como si solo hubiera un estilo de vida posible.


Acabo de ver, otra vez, Soñadores, la magnífica película de Bertolucci que me lleva al mayo del 68 y de nuevo a la acampada de Sol y a las ideas que se han ido ventilando allí esos días. Veo a los jóvenes de la película que quieren ser "puros y duros" pero solo tienen deseos inmaduros y adoran a tipos como Mao que hacía ya dos años que había desencadenado la sangrienta revolución cultural. Como el padre de los protagonistas, muchos brillantes y oscuros intelectuales, como Sartre, a duras penas eran capaces de ver la realidad que tenían frente a sus narices lo que, en el fondo, les impedía soñar una vivible alternativa. Pienso en la heterogeneidad de las gentes que apoyaban el Mayo, como probablemente las que apoyan la acampada de sol. Desde los hippies a los jóvenes que derivaron a la violencia. Pero también los cambios reales en la vida cotidiana que se generaron, la estética, y las probablemente inolvidables experiencias para los que lo vivieron. Pienso en la resaca y en la llegada de poderes ultraconservadores que laminaron avances que solo entonces pudieron apreciarse. Especulo con lo que sabran de todo esto lo que están en Sol, si serán capaces de incorporar la experiencia histórica, si serán capaces de poner en marcha una esperanza que no ponga las cosas más fáciles a los diseñadores de las pesadillas.

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