
Sin embargo muchos de estos supuestos de causalidad no habían sido suficientemente estudiados (lo que es problemático porque suelen utilizarse autoinformes, inevitablemente subjetivos) y estudios recientes los ponen en cuestión. En el número de Marzo de 2005 de "Investigación y ciencia" se reseñaron algunos que cuestionaban varios de los presupuestos.
Tener la autoestima alta no parece correlacionado con un mayor rendimiento escolar e incluso parece que el estímulo forzado de la autoestima puede empeorar el rendimiento posterior. El rendimiento laboral tampoco parece mejorar. Sí parece mejorar la habilidad para iniciar relaciones personales y una cierta sensación de sentirse más felices.
Sorprendentemente la baja autoestima no parece correlacionada con la agresividad (al contrario, los agresores suelen ser bastante seguros de sí mismos y tienen una opinión favorable, incluso exageradamente favorables de sí mismos), ni con el consumo de sustancias.
En Cultura 3.0 http://www.terceracultura.net/tc/?p=1301 se citan otros estudios paradójicos, esta vez sobre la autorregulación moral. En dos de ellos parece correlacionarse una percepción de autoestima alta con una predisposición menor al altruismo y también al contrario: una menor autoestima predisponía a conductas altruistas quizá para contruibuir a eliminar sentimientos negativos.
Evidentemente hay mucho que investigar sobre todo esto. Pero lo que parece cuestionable es el modelo de autocomplacencia generalizada que parece haberse instalado en muchos ámbitos. Observo, por ejemplo, con estupor cómo responsables políticos de mi comunidad (y de otras) no cesan de afirmar que estamos en el mejor de los mundos posibles. Tenemos la mejor sanidad (o educación) del pais, la mejor de Europa, la mejor del mundo (si se siguen los discursos escalan con una facilidad pasmosa). Parece que eso tiene que ver con una consigna de insuflar autoestima a los profesionales o la población o quizá a ellos mismos, con la sospecha de que eso tiene réditos electorales.
Pero lo que consiguen es justo lo contrario. Asumen evaluaciones irrelevantes que solo enmascaran la realidad, se dejan seducir por opiniones complacientes y son alérgicos a las críticas. Desalientan a los profesionales comprometidos y críticos que ven y sufren cada día los defectos del sistema, que nunca mejoran porque nadie quiere reconocerlos, ni hacer una estrategia para mejorarlos. Quizá un poquito de angustia no les vendría mal. La sospecha de que no todo va tan bien, de que no lo hacen tan bien. Quizá no les perjudicaría abandonar la burbuja de autocomplacencia en la que habitan y tratar de mirar de frente la realidad en la que vive la gente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario